Evita de...
Evita tener respuesta a todo, creer que siempre tienes razón, obsesionarte con lo establecido, decir que sí cuando es no, dar importancia a lo que dice el resto y pensar que no mereces nada.
No puedo decir "no": cómo Elena logró dejar de ser aplastada en las relaciones.
Muchas personas que conozco en mis terapias llegan asumiendo que son ellas las que siempre tienen que adaptarse a las necesidades de los demás. Pero, ¿pueden las cosas ser diferentes?
"Siempre me reprocho aceptar demasiados compromisos pero al final no puedo hacer otra cosa". Entonces Elena (nombre inventado) en un grito sofocado entre rabia, dolor y resignación me explica por qué se puso en contacto conmigo.
Elena tiene unos 30 años, se graduó con 79 y un trabajo que le gusta pero en el que le cuesta enormemente gestionar las solicitudes: las solicitudes vienen de directivos y compañeros y ella siempre dice que sí. No importa cuán "fuera de este mundo" o cuán injustos sean; aceptar. Trabaja hasta tarde, hace su propio trabajo y el de los demás, deja que otros se lleven sus méritos, enfadándose mucho dentro de sí mismo pero sin decir nada.
Ha tenido muchos éxitos en el estudio y en los resultados obtenidos, pero ve sus éxitos como la consecuencia ("el efecto secundario positivo", dice ella) de su "odioso perfeccionismo" y no los aprecia por completo.
Esto la incomoda porque lleva a otros a decir: "nunca estás satisfecho". Entonces se siente culpable, se enoja y se cierra a los demás.
En las relaciones se adapta; ella hace todo lo posible por interceptar lo que el otro espera de ella y por ello hace todo lo posible por satisfacerlo y luego sentirse vacío, descargado, impaciente y descontento. Dice que conoce a mucha gente pero que no "se siente como en casa en ningún lado". Además, tiene que tratar con compañeros que se aprovechan de ello o con los que se llevan su mérito a veces incluso sin pudor. Lo mejor que puede hacer es dar "respuestas ácidas" que obviamente sólo empeoran la situación.
Cuando le pregunto qué pasaría si dijera que no a las peticiones que se le hacen, me dice que no se atreve a pensar en lo culpable que se sentiría o lo difícil que sería manejar la decepción que el otro manifestaría. Además, en el trabajo, existe el temor de que "me hagan pagar".
Al trabajar en las percepciones de Elena, en su visión de sí misma y de los demás en la relación, pudimos enfocarnos en sus bloqueos. La primera reacción fue de sorpresa al darse cuenta de que era posible "apostar" sin que las relaciones se vieran afectadas negativamente. El siguiente paso fue centrarme en lo que yo llamo la "paradoja del cumplimiento": siempre solemos decir que sí para no arruinar las relaciones pero terminamos arruinándolas.
¿Por qué pasó esto? Porque cuando decimos que sí pero en nuestro corazón no queremos hacer eso o cuando no decimos nada pero estamos cabreados, el resultado es que acumulamos frustración. Los resultados suelen ser dos:
- Otros aprenden que pueden preguntarnos cualquier cosa para que nunca nos rebelemos.
- Nuestra forma de aparecer en las relaciones parece falsa o al menos poco clara (ocultar una emoción es muy difícil) y entonces los demás se alejan.
Así que la pregunta sigue siendo: ¿realmente vale la pena "atragantarse" sin decir nada para bien y para la paz?
Bibliografía
- Institut français d'opinion publique, La Hollande, l'autre pays du bonheur ? Observatoire européen de la sexualité féminine, http://www.datapressepremium.com/rmdiff/2010052/11...
- Calzada Pereira, Monica, ¿Hablamos? Comunicación en la pareja, https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2...
- Association for psychological science, Does Frequent Sex Lead to Better Relationships? Depends on How You Ask, https://www.psychologicalscience.org/news/releases...
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