​Estrés: la pandemia invisible

El manejo del estrés representa un desafío importante para nuestra vida. Las personas equilibradas y serenas trabajan más duro, trabajan mejor y son confiables.

30 NOV 2021 · Lectura: min.
​Estrés: la pandemia invisible

A nivel emocional, el estrés provoca una alteración en la respuesta del individuo, que pierde la posibilidad de experimentar emociones agradables como amor, alegría, serenidad, ternura, humor, entre otras.

La persona pierde la orientación correcta entre pasado, presente y futuro; permanece atrapada en un sentido hipertrófico de necesidad urgente, incluso sin darse cuenta.

La ansiedad es la emoción típica y más frecuente que connota estrés. Es la respuesta del individuo, en caso de peligro directo, contra su propio cuerpo, contra sus posesiones, estilo de vida, seres queridos o ideales. Un nivel mínimo de ansiedad puede ser constructivo, actuando como un estímulo para la creatividad, la resolución de problemas y la realización de los sueños. Un alto nivel de ansiedad, en cambio, es paralizante y confuso, despertando un sentimiento de impotencia e insuficiencia, volviendo al sujeto incapaz y desesperado.

En el desarrollo ontogenético, la ansiedad interna puede tener sus raíces en una socialización rigurosa, punitiva y restrictiva. Si el niño aprende a prever el castigo o el rechazo de los padres, siempre que su comportamiento les parezca inaceptable, comenzará a desconfiar de sus impulsos y acciones (Piaget, 1954). Como adulto, en el lugar de trabajo, estará más expuesto a la frustración y la incomodidad en general, habiendo internalizado un fuerte sentido de insuficiencia personal y social.

El individuo ignora el origen inconsciente de sus verdaderas preocupaciones y, sin saberlo, construye defensas psicológicas contra su manifestación, ya que su expresión causaría dolor. La función fundamental de los "mecanismos de defensa" consiste, de hecho, en evitar las emociones dolorosas debido a la fuerte ansiedad experimentada.

En el estado de ansiedad, la mente puede estar confusa, oscurecida, mareada, brumosa y las dificultades para pensar provocan confusión, distorsión, dificultades de razonamiento, pérdida de objetividad e incapacidad para controlar los pensamientos.

La persona puede sentirse en un nivel conceptual de perder el control, de no saber afrontar los hechos, de ser evaluado negativamente, de tener imágenes visuales amenazadoras, de cometer errores por inseguridad crónica y una fuerte susceptibilidad.

Las manifestaciones peculiares de la persona son

  • Irritabilidad;
  • Nerviosismo;
  • Prisa;
  • Tensión ;
  • Temor;
  • Susto;
  • Agitación;
  • Excitación.

Los estados emocionales descritos hasta ahora afectan negativamente el desempeño del individuo y por lo tanto, en el sector laboral, se reducirán los recursos y el nivel de desempeño.

El estrés se refiere a una categoría muy amplia de eventos que ponen a prueba el sistema bio-psicosocial y la respuesta adaptativa del propio sistema. Los agentes y la duración son parámetros críticos para predecir efectos nocivos. Cuanto más intenso y duradero sea el factor estresante (evento estresante) en el tiempo, mayor es el riesgo de sufrirlo.

Cada individuo, basado en sus propias fuerzas egoicas, en su mecanismo homeostático y en general en su propia personalidad, tiene un índice de tolerancia al estrés. La entidad de la amenaza es percibida y elaborada por el individuo según sus necesidades (a medida que crece la necesidad aumenta su receptividad al estrés), sus valores, sus expectativas, su personalidad.

El estrés se manifiesta de forma reactiva como un conjunto de modificaciones concomitantes y sinérgicas (excitación afectiva y fisiológica, alteración de la eficiencia cognitiva, manifestaciones psicosomáticas). En caso de estrés, la persona puede intentar adaptarse a la situación. Selye (1956) fue el primero en estudiar los efectos y consecuencias de los factores de estrés sobre el organismo humano hablando del “Síndrome de Adaptación”, que se caracteriza por una respuesta inespecífica del organismo, pero con un curso y características que son siempre las mismas, a factores de estrés de todos diferentes entre sí.

Este síndrome se dividió en 3 fases

  1. fase I: reacción de alarma;
  2. fase II: adaptación al estrés;
  3. fase III: etapa de agotamiento.
  1. Fase I, reacción de alarma: se observa 6-48 horas después del estímulo negativo e induce un aumento de la actividad simpática, con crecimiento de catecolaminas. Debido al aumento de la producción de corticosteroides, el contenido de colesterol y ácido ascórbico de la suprarrenal (que aumenta el peso), disminuye. La temperatura corporal desciende. En una situación de catabolismo acentuado, el organismo se encuentra en una fase de demolición, donde se incrementa la capacidad de defensa general, no específica a los factores de estrés.
  2. Fase II, la etapa de adaptación: los cambios observados durante la fase de alarma vuelven gradualmente a la normalidad y predominan las funciones anabólicas. Se logra un ajuste óptimo. Si el estresante continúa en el tiempo, nuestro cuerpo aprende a tolerar el estímulo estresante intenso, es decir, a adaptarse y aumenta su resistencia al estresante. La fase de adaptación suele ser un momento seguro para la salud. Cuanto más tiempo podamos permanecer en esta fase de adaptación, mejor.
  3. Fase III, etapa de agotamiento: si el factor de estrés es excesivo, se agota la capacidad de defensa del organismo. La energía de adaptación se consume: el factor que limita la capacidad de adaptación está determinado precisamente por la energía de adaptación de un organismo. Esta fase aparece al final, cuando el cuerpo ya no es capaz de resistir eventos estresantes. En esta fase de agotamiento, los síntomas de las patologías aparecen rápidamente y empeoran gradualmente.

El estrés también tiene implicaciones positivas ya que representa un estímulo para la acción, pero es sobre todo la capacidad individual de adaptarse a él (reactividad) lo que permite la subdivisión de episodios de angustia nociva (estrés) y eustress (estrés positivo).

Foto: sarahmortlicsw.com

Bibliografía

Piaget, J. (1954). La construcción de la realidad en el niño. Nueva York: Basic Books.

Selye, H. (1956). El estrés de la vida. McGraw-Hill.

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Escrito por

Paulina García Varela

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