El trauma de lo no hecho

Reflexión sobre los traumas que producen angustias difusas, alojadas en el inconsciente de las personas.

13 JUN 2016 · Lectura: min.
El trauma de lo no hecho

La psicología desde sus inicios ha intentado encontrar el motivo principal de la aparición de las patologías mentales. El ansiar asimilarnos a una ciencia médica ha provocado la búsqueda incansable del agente patógeno productor de la enfermedad mental. La búsqueda desde la ciencia ha pasado por los genes, neurotransmisores, consumo y contacto de sustancias toxicas, desnutrición o cualquier conducta/proceso observable que pudiese relacionarse con trastornos del comportamiento habitual de los sujetos.

El psicoanálisis, por otro lado, con su descubrimiento del Inconsciente y de la historia del sujeto como proceso fundamental de conformación del mismo, intentó encontrar en sus inicios un único evento predominante causal del trastorno psíquico. Por motivos de claridad y capacidad de observación, los eventos traumáticos y su influencia en los cambios de comportamientos de las personas, en el inicio del psicoanálisis, fueron por excelencia el objeto de estudio.

Se podía observar que los recuerdos y representaciones de los eventos traumáticos, por la intensidad misma de ellos, producían en los sujetos a modo defensivo del sufrimiento psíquico experienciado, un alojamiento de ellos en el Inconsciente, alejado de lo posible de conciencia y solo emergiendo de manera desplazada, en forma de síntomas. Así, los casos clínicos trabajados y que son de lectura hasta la actualidad, son los de trauma por guerra, orfandad o cuidados de niños por terceros, sociedad extremadamente restrictiva y observación de escenas sexuales a edad prematura. Esto necesariamente nos pone un motivo específico como detonador de los conflictos psíquicos.

Con las investigaciones posteriores en psicoanálisis, especialmente las que realizaron los díscolos, aplicando la técnica terapéutica en aquellos pacientes que estaban desechados a la posibilidad de llevar a cabo un tratamiento analítico, se lograron nuevos descubrimientos. Lo primero es que se lograban ciertas mejorías en los pacientes. Pero también que aquellos que padecían graves trastornos mentales no necesariamente habían vivido un evento traumático.

La clínica demostró que para los casos más graves o no se podía pesquisar este hecho, o la vivencia traumática era de otra índole -- no era necesariamente que un hecho grave y perturbador haya ocurrido, sino que tenía relación con hechos que permiten la continuidad de la existencia de los sujetos, que eran esperables que sucedieran, pero que en efecto no ocurrieron. Son hechos que tienen una estrecha relación con el sujeto y su posibilidad de mantenerse vivo en este mundo, cuando aún la supervivencia no es un hecho que dependiera de ellos.

Para poder entender con mayor claridad esta última afirmación creo que será útil hacer un pequeño recorrido sobre la historia del trauma en el psicoanálisis. Así veremos cómo su observación ha debido ser ampliada reiteradamente hasta llegar donde lo traumático no es solo vivir experiencias que por su intensidad son improcesables, sino también lo traumático es mantenerse vivo en un ambiente que es continuamente amenazador a la existencia.

Para Freud, el trauma se definía como una experiencia vivida que inunda de estímulos al sujeto y a su aparato psíquico, que son excesivos en relación a su capacidad de tolerarlos, dominarlos, impidiéndole realizar algún tipo de descarga y elaborarlos.

Él ya pudo observar que no solo se podía tratar de un único acontecimiento muy intenso: también podía ser una acumulación de estímulos de los cuales cada uno de ellos sería tolerable, pero que en su sumatoria serian intolerables.

Hasta ahí la definición de los traumas observables, pero también se encontró que muchas veces lo que sus pacientes definían como el evento traumático no era más que una fantasía del inconsciente. Ya entonces el psicoanálisis debió ampliar su sentido de trauma a no solo eventos experienciados, sino también incluir a aquellos que, a pesar de no ser conscientes y vividos, son percibidos para el sujeto como reales.

¿Cómo es que el aparato psíquico es capaz de experienciar una fantasía como una realidad y cómo es que además tiene la posibilidad de introducir un sufrimiento en el sujeto? La respuesta podría dar para realizar un nuevo trabajo sobre cuáles son los mecanismos de producción de fantasías y de cómo éstas se conforman de representaciones que necesariamente fueron adquiridas del lenguaje. Pero para continuar con el presente trabajo es importante destacar que las fantasías, sean traumáticas o no, tienen como fundamento una experiencia corporal existida, pero sin representaciones, ya que son experiencias vividas previas a una estructura psíquica que entonces no permitió representarlas.

Lo importante de lo anterior es que un trauma, entonces, no necesariamente requiere de un sujeto psíquico para ser experienciado si no necesita de un cuerpo que pueda percibirlo.

Ferenzci toma algo de lo descrito en su concepción de trauma, con respecto a que el efecto del trauma no tendría relación con la inundación del mismo sobre el aparato psíquico del sujeto, sino que su efecto patógeno se da por la forma en que el medio, como el posibilitado de procesar lo que un cuerpo sin estructura psíquica, es o no capaz de procesar. Si este medio falla en el reconocimiento del evento traumático, es ahí donde se vuelve patógeno para el sujeto. Él propone que para que la conmoción devenga traumática debe ocurrir una falla en la respuesta del medio al reconocimiento de la conmoción psíquica del niño y los efectos posteriores.

Tomando entonces a Ferenzci, que introduce la idea de un medio necesario que procese aquellos eventos que ocurren cuando el aparato psíquico del sujeto aún no está maduro, puedo afirmar que existirán eventos que si no pueden ser procesados por el sujeto aun no totalmente estructurado psíquicamente, ni tampoco por su ambiente facilitador, existirán traumas basado en lo no hecho.

Ferenzci llega hasta la necesidad de que para poder procesar una conmoción es necesario el movimiento del medio, pero Winnicott le suma que ese medio es necesario siempre como procesador del ambiente mientras el sujeto sea dependiente; ya que el ambiente, al ser intrusivo en la vivencia omnipotente del sujeto, siempre será vivido como trauma si no es modulado por quien nos mantiene en el proceso de continuidad de la existencia.

Para Winnicott el trauma se configura a partir de las fallas reiteradas y no reparadas por parte de la madre suficientemente buena y/o por el medio facilitador. El trauma necesariamente se da en la etapa temprana de dependencia absoluta y por lo mismo la falla tiene relación con la incapacidad del medio de mantener en el sujeto en dependencia un sentimiento de continuidad de la existencia.

El trauma se instala entonces como la pérdida de la confianza o estabilidad de un ambiente previsible promedio en la etapa de dependencia absoluta. Esta pérdida luego es observable en los sujetos por una falla en la conformación de la estructura de la personalidad y de su organización yoica.

En cuanto a este punto será muy importante hacer una distinción sobre los tipos y la graduación de las fallas del medio sostenedor, ya que a partir de eso y de su posible reparación será cómo el sujeto sienta o no amenazada su continuidad de la existencia. Se hace importante hacer esta distinción porque parte del trabajo de la madre o medio contenedor es fallar para que el sujeto sea capaz de introducir el principio de realidad a su existencia, pero entonces la falla para la introducción del principio de realidad no es la misma que la que produce el trauma.

Es una realidad que se está siempre traumatizando al sujeto en sus primeros momentos de vida para que pueda salir de su sentimiento de omnipotencia y logre adaptarse a su medio y que, así, pueda pasar de la dependencia absoluta a una dependencia relativa, terminando en su independencia.

Entonces lo que hará que se diferencie una falla con otra, es decir, la que produce o no trauma, es que quien produce esa falla ambiental tiene la habilidad de percibir que cuando la está produciendo lo está haciendo sobre una estructura de mecanismos mentales que posibilitan su comprensión. Es una falla que se da sobre lo relacional, están las dos partes en juego y se miden, la falla del trauma es unidireccional y no es mucho más lo que puede hacer el sujeto que la padece que defenderse de no desaparecer.

Pues entonces ahora se puede entrar de lleno a lo que el trauma de lo no hecho corresponde. El ambiente, al ser intrusivo en el sentimiento de omnipotencia del sujeto, siempre está poniendo en juego el hecho de tener que enfrentar algo hostil y de que, de alguna manera, a esta hostilidad le queremos poner término, incorporándola a nuestra cotidianidad. Esta capacidad de incorporar las intrusiones del ambiente dependerá del desarrollo del aparato mental del sujeto, y en las etapas más tempranas entonces será necesaria de un auxiliar que sostenga y que medie con el ambiente.

He aquí el conflicto de lo no hecho. La existencia de un sujeto no solo está a nivel de alimentarse y sobre sus cuidados corporales, sino que también depende de sus cuidados psíquicos. Mientras el cuerpo mantiene su alimentación y el calor, éste se mantendrá vivo; otra cosa distinta es que el sujeto psíquico que se conforma sobre ese cuerpo tome vida. Desde el momento del nacimiento la lucha incansable del sujeto será por mantenerse vivo, será una lucha porque habrá innumerables situaciones que pondrán en peligro esta misión. Frente al peligro o la desilusión, lo correcto sería defenderse, pero no siempre existen los mecanismos para llevar a cabo esa defensa. En los momentos más precarios e inmaduros del aparato psíquico no existen defensas que utilizar frente al peligro: existe solo la posibilidad que quienes sostienen o manipulan a ese sujeto precario funcionen como sus defensas, modulando la falla e intrusión del medio. Pero si no están por los motivos que sean, quedamos en el territorio de lo no hecho. Que para ese sujeto, que en este caso no fue sujetado, tuvo la sensación del fin de su existencia, pero que, al mantenerse, en su cuerpo queda la sensación de derrumbe.

Finalmente, y tal como quiere plantear Winnicott, el humano es un ser saludable. Lo único que necesita es una buena provisión ambiental. Necesitan del quehacer de otros para obtener un ambiente suficientemente bueno, que les permita desarrollar lo que por tendencia traen consigo. Si este ambiente se preocupa de hacer acciones suficientemente buenas, permitirán el desarrollo del sujeto en todos sus ámbitos.

Por el contrario, el hecho de que este ambiente deje de actuar, deje de hacer, provoca un ambiente fracasado, un ambiente traumático por el solo hecho de no contener al sujeto que está por devenir.

El hecho de que quien debe entregar los cuidados y sostén de un sujeto en sus primeros años de vida NO realice estas acciones es el trauma que acompañará al sujeto durante toda su vida, sintiendo que efectivamente ya alguna vez habría sentido la experiencia de desintegración.

Quizás además existirán nuevos eventos traumatizadores, pero llegarán a ser vividos como devastadores o no en los sujetos, dependiendo de sus experiencias más tempranas, y sobre si éstas fueron traumatizadoras o no.

Adriana Fontecilla J

Psicóloga clínica

Psicología Andes

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