Vivir en pareja se trata de dos

Convivir de a dos, día a día, también significa vivir entre los otros. El aislamiento total, aparte de ser imposible, tampoco es conveniente. Están los parientes, los amigos, los colegas...

6 NOV 2019 · Lectura: min.
Vivir en pareja se trata de dos

NOSOTROS DOS Y LOS DEMÁS (1ª.parte)

Apostar a una sola carta, aunque esa carta sea tan preciosa y fundamental como el amor, es muy peligrosa para nuestro equilibrio personal, así como para el logro de una serenidad presente y futura. Por otra parte, querámoslo o no, compartimos la misma época, el mismo mundo, la condición humana de los demás, y por lo tanto no nos está permitido ignorarlos. Participar de las alegrías, los dolores, de las conquistas y las derrotas de nuestro prójimo es una condición muy importante para poder vivir plenamente nuestra vida y gozar de todos los matices que nos ofrece.

No podemos ni debemos aislarnos: vivir solos y para nosotros mismos, después de un tiempo, se convierte en algo monótono, extenuante y que no nos satisface. Hay, empero, muchas formas de entender las relaciones con el mundo que nos rodea. Están los que saben amar solamente con un amor exclusivo y total a un hombre o una mujer, y toleran relaciones con otras personas como una mal inevitable. Y están los que aparte de amar con sinceridad a su pareja, no dejan de frecuentar abiertamente al prójimo, cultivar amistades e interesarse por los demás.

Los problemas surgen, y con bastante frecuencia, cuando en una pareja cada uno entiende la vida de relación social de una manera opuesta al otro, y ninguno quiere ceder para ir al encuentro del otro.

"Si él me amara", piensa ella, (generalmente la mujer es la que tiende más a la exclusividad), desearía estar solamente conmigo. ¨Si ella me amara", piensa el hombre, amaría también a mi madre, a mis amigos y no se comportaría como una bruja".

Ella se siente abandonada y él se siente oprimido, ella tiene la impresión de estar obligada a compartir a su amado con demasiada gente, mientras él experimenta no poder compartir sus afectos e intereses con su pareja. Y así comienzan los malos humores, las intolerancias, los rencores ocultos, las caras largas, los silencios llenos de rabia e incomprensión. ¿Quién tiene la razón?, ¿Él o ella?, En realidad, los dos están equivocados, por no haber sabido encontrar una base común, un modus vivendi sensato, afectuoso que haga feliz a ambas partes. Ella debería tratar de entender qué es erróneo sustentar toda su vida, sus intereses, sus sentimientos en una sola persona, ya que corre el peligro de que esa pareja pierda elasticidad, transformado el amor en un hecho tremendamente apremiante, y es más erróneo aún pretender que la persona amada haga lo mismo, que renuncie a sus contactos y amistades, dedicándose pura y exclusivamente a su pareja. En nuestra época, una relación tan absorbente es totalmente negativa, ya que no representa una forma de dedicación sino una forma de opresión "egoísmo". Amar a una persona no significa poseerla. Ni un hombre ni una mujer son objetos de propiedad, son seres humanos, con su personalidad, sus afectos, y sus intereses, todo ellos digno de ser cultivado. Amar significa también, respetar todas esas riquezas de la condición humana, participar de ellas y disfrutarlas.

Por otra parte, el hombre debe pensar que su pareja necesita, para la salud de esa unión, el tener ratos de intimidad, para poder hablar, para discutir, para hacer las paces, para soñar, y que en esos momentos le es difícil tolerar a los intrusos. Vivir siempre rodeado de gente o, peor aún, en función de los otros es un error que termina por debilitar la intensidad, y cohesión de dos seres que se aman, y lamentablemente son muchos los casos de parejas que no pueden vivir si no están cercados de un constante bullicio (con los amigos y parientes conformando una especie de antigua tribu), y que discuten, sufren y gozan solamente en medio de un grupo de gente, y que al, quedar en la intimidad, parecen seres vacíos, incapaces de un diálogo, de un gesto; caen en un silencio desagradable, donde ni siquiera surge una manifestación de sentimientos. Y este es un mal muy común en nuestra época y contra el cual hay que defenderse seriamente, para no dejarse vencer.

Hay un viejo proverbio que dice: "Mejor un amigo que miles de familiares", y que evidentemente un caso extremo. Los familiares son importantes, pero, y lo hemos comprobado demasiadas veces, pueden llegar a convertirse en una presencia obsesiva y asfixiante con influencia dañina para la pareja, si ésta no sabe hacer frente a su abrumadora insistencia, o si entre los dos aún no hay un verdadero acuerdo acerca de cómo manejar su relación con el mundo exterior. Lo decisivo es no imponer nuestros parientes y tolerar los familiares de nuestra pareja, evitando las excesivas intrusiones de los unos y de los otros. Una pareja debe vivir en pareja y no en tribu, y esto debe tenerse en cuenta desde un principio hasta el final.

(Continuará….)

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Escrito por

Ps. Viviana Urrutia Moscoso

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