Heridas emocionales que adquirimos en la infancia y que perduran en la adultez

Se suele creer que las heridas emocionales de la infancia se sanan o se olvidan a medida que la persona va creciendo. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, ellas son arrastradas a lo largo de la vida, llegando incluso a afectar en la adultez.

Esto se debe a que durante la infancia aprendemos todo desde hablar hasta las emociones más básicas, las cuales nos permiten forjar nuestra personalidad, la manera de relacionarnos, cómo enfrentaremos los desafíos y más.

Es por esto que es importante saber que un suceso traumático marcará la memoria del niño y esto podría tener consecuencias a futuro como depresión, ansiedad, frustración, aislamiento, sentimiento de culpa, odio, desconfianza, entre otros conflictos.

A continuación, algunas heridas emocionales y cómo perduran en la adultez.

Miedo al abandono

Cuando un niño no tuvo la atención que necesitó en su infancia o cuando sus figuras protectoras no respondieron como tal o, incluso, cuando fueron dejados al cuidado de terceros, en la adultez suelen ser personas inseguras, con una gran dependencia emocional basada en un profundo miedo al abandono.

Violencia intrafamiliar

A golpes se aprende a golpear. Muchos padres siguen creyendo que los golpes son un método para corregir y educar a su hijo. Sin embargo, investigaciones han demostrado que lo único que realmente aprenden es que la violencia es una forma válida de resolver conflictos.

La misma situación enfrentan los niños que han presenciado violencia intrafamiliar, ya que lo más problema es que se transforme en un adulto que golpee a su hijo o esposa.

Un niño maltratado será un adulto maltratador.

Miedo al rechazo

Algunos padres rechazan a sus hijos de distintas formas y por muchas razones. Esta herida provocará que el niño desarrolle un auto rechazo y que de adulto prefiera estar solo y asilado, pues sienten que nada de lo que hacen "es suficiente".

Injusticia

Desde pequeños los niños son capaces de percibir si algo es justo o no. Por ejemplo, que sus padres sean más estrictos con él que con su hermano. Cuando sucede esto en la infancia, es decir, cuando los niños crecen en un hogar injusto, cuando grandes son adultos que desconfían de los demás y tienen problemas para establecer relaciones.

Además son personas inseguras y pesimistas frente a la vida.

Humillación

Cuando un niño es humillado por sus padres o cuando es víctima de bullying, se puede transformar en un adulto con tendencia a la depresión y baja autoestima.

A veces estas humillaciones pueden ser un padre contando a toda la familia y amigos que el niño aún se orina en la cama o un compañero de curso burlándose de que el niño sacó la peor nota. Éstas y otras situaciones dejan un espíritu dolido.

Temor a lo desconocido

Es frecuente que los niños tengan miedo a quedarse solos en un lugar desconocido o a la oscuridad. Si el adulto subestima los miedos del menor, lo trata de cobarde o intenta que deje sus temores, por ejemplo, dejándolo encerrado en la oscuridad, ese niño será un adulto inseguro, con temor a los cambios y resistente a la diferencia.

Promesas no cumplidas

"Si te portas bien te regalaré una pelota", "si tienes buenas notas te llevaré al cine", son algunas frases que los padres realizan. Sin embargo, a veces esas promesas no se cumplen y crecen creyendo que las personas no son confiables.

Estas son sólo algunas de las situaciones que hieren las emociones de los niños y que tiene sus repercusiones en la adultez. Es por eso que es de suma importancia que los padres y/o adultos responsables de los niños entreguen protección, confianza, estabilidad, amor, entre otras cosas, para que cuando grandes no arrastren heridas del pasado.

Si percibes que tu hijo puede haberse visto afectado por una situación o si tú fuiste víctima de algún dolor en tu infancia, no dudes en acudir a un profesional de la salud mental, como un psicólogo. Así podrás identificar el problema, conversarlo y tratarlo para que no afecte tu vida ni la de quienes más quieres.

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