La cara psicológica del vaginismo

El dolor es psicológico, dicen algunos. Y esto aplica también para un tema complejo por la incomodidad que causa, tanto al padecerlo como al hablarlo con otras personas: se trata del vaginismo, una condición médica que ocurre cuando los músculos del suelo pélvico se contraen de manera involuntaria mientras la mujer intenta ser penetrada de manera vaginal.

Aunque pueden existir razones físicas que motiven el vaginismo, como lesiones pélvicas e incluso quistes, lo cierto es que en la mayoría de los casos se trata de un asunto que ocurre en nuestras cabezas (pese a que el dolor está ciertamente mucho más abajo).

Episodios de ansiedad, miedo a los encuentros sexuales, tabúes sobre la sexualidad, traumas vinculados a la intimidad, estrés o una tendencia a la frustración pueden ser algunos de los problemas psicológicos que se esconden traer esa reacción física tan radical que se manifiesta en la imposibilidad femenina de experimentar una penetración satisfactoria.

Y dado que, en pleno 2016, éste sigue siendo un tema poco conversado de manera pública por la academia y las propias afectadas, las escasas cifras de mujeres con vaginismo suelen ser poco fiables. Sin embargo, en el entorno médico y psicológico se suele decir que afecta a 2 de cada mil mujeres.

"Era mercancía dañada"

El asunto, eso sí, no ha pasado inadvertido para medios como New York Magazine, que en abril del año pasado publicó un reportaje al respecto, el cual incluye el testimonio de una mujer de 50 años que sufre vaginismo severo.

"Me casé a los 24 y descubrí mi problema en mi luna de miel", cuenta la entrevistada. "Es como tratar de machacar tu puño contra la palma de tu mano. Simplemente no atraviesa. No cede en lo absoluto. En cuanto al dolor, es una combinación del miedo respecto a cuánto puede doler y una sensación de ardor".

Al respecto, la sexóloga Carmen López Sosa, de la Universidad de Salamanca, propone técnicas de intervención psicológica diferenciadas por tipo de caso: por un lado, el vaginismo asociado a violaciones o abusos sexuales; y por otro lado, el vaginismo vinculado a la posibilidad de tener relaciones sexuales, pero sin penetración.

En el primer caso, y de acuerdo a López Sosa, es fundamental "trabajar aspectos afectivo-cognitivos relacionados con dicha experiencia", al igual que desmitificar las relaciones sexuales, superar temores e incluso recurrir a hipnosis.

En el segundo caso, la profesional recomienda actividades de relajación, de conciencia personal y los ejercicios de Kegel, hacer una dilatación vaginal progresiva con pequeñas pruebas individuales y/o con la pareja, y sobre todo mayor y mejor educación sexual, además de una "reestructuración cognitiva" para eliminar pensamientos automáticos y creencias contraproducentes.

En cuanto al testimonio compartido por New York Magazine, la mujer se sometió a un tratamiento luego de años (¡más de 25!) de convivir y adaptarse a su vaginismo. A modo de conclusión, comenta:

"Siempre sentí que era mercancía dañada. Lucía normal por fuera, pero no me sentía digna porque no podía hacer la cosa más básica que todo el mundo sí podía. Como no es algo que esté publicado en todos los periódicos, simplemente no tenía idea dónde pedir ayuda".

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