Tu jefe, tus padres, tu trabajo: todo estaría conectado

Si alguna vez has visto a tu jefe como un padre o sientes a tus colegas como hermanos, no creas que te estás volviendo loco/a.

11 JUL 2016 · Lectura: min.
Tu jefe, tus padres, tu trabajo: todo estaría conectado

Controla tus horas de llegada y de salida; si nota que tienes un comportamiento poco adecuado, se reúne contigo para hablar; te felicita cada vez que logras un objetivo importante; se preocupa por tus avances y áreas de mejora. ¿A quién te recuerda? Pista: no es ninguno de tus padres.

¿Adivinaste? Hablamos de tu jefe, esa persona que se vuelve una constante en tu día a día. No te trajo al mundo ni te enseñó a caminar, pero al parecer la línea que separaría a tu supervisor de tus progenitores sería más fina de lo que pensábamos.

Esto es lo que plantea el doctor Peter Harms, investigador de la Universidad de Alabama (UA), quien identificó un vínculo entre los estilos de paternidad que recibimos y los comportamientos que luego tenemos en el entorno laboral.

La investigación, eso sí, está inspirada en John Bowlby, psicoanalista que planteó hace años que la forma en que los padres tratan a sus hijos puede tener implicancias a largo plazo en cómo éstos perciben las relaciones, entre ellas las de índole laboral.

Pero lo que Harms y compañía plantean específicamente está relacionado con un tema muy en boga en los círculos de madres y padres, sobre todo primerizos: ¿debo dejar que el bebé llore o debo hacerlo sentir mejor de inmediato cada vez que quiera algo?

De esta manera, el académico vinculó los estilos de apego que genera un niño o niña con la manera en que luego percibe a su jefe y el modo en que se desenvuelve en el ambiente de trabajo.

Y aquí el asunto se divide en tres:

  • Estilo de apego seguro. Es el típico perfil de bebé que, al sentirse abandonado o amenazado, tiene la certeza de que un llamado de ayuda hará venir a sus padres.
  • Estilo de apego de evitación. Este tipo de infante, en cambio, es aquel que no ve en sus padres figuras muy confiables y, por tanto, decide dejar de hacer llamados abiertos de ayuda.
  • Estilo de apego ansioso. Por otra parte, este bebé es aquel que tampoco confía en que sus padres irán al rescate si lo necesita, pero que opta por aumentar sus niveles de angustia con tal de llamar la atención.

Como ya habrán adivinado, estos tres escenarios se convierten en pautas durante la adultez, de acuerdo a Harms:

Por una parte, "las personas con apego ansioso genuinamente quieren ser amadas, pero se sienten nerviosos respecto a que las personas importantes de sus vidas no les devuelvan ese afecto. Así que sobre-reaccionan cada vez que creen que sus relaciones están bajo amenaza, usan la culpa y formas extremadamente emocionales para que los otros se queden cerca y los tranquilicen. Realmente se alteran y no pueden evitarlo".

Por otra parte, "las personas de apego de evitación sienten algo como 'No quiero amarte, y tú no necesitas amarme. Así que déjame solo'. No verás a estas personas lloriqueando sobre sus quiebres sentimentales".

En cambio, "los individuos seguros tienen un largo historial de cuidar las relaciones, así que tienen otras personas en las que pueden respaldarse".

Los más afectados con el tipo de trato recibido de sus jefes son, evidentemente, los sujetos con apego ansioso. Por ejemplo, si un sujeto con ansiedad en sus relaciones tiene como jefe a un individuo distante y poco comprensivo, éste aumenta sus niveles de estrés y baja su rendimiento.

Pero los ansiosos no son los únicos con problemas: en el caso de los sujetos que optan por evitar (todo y a todos), éstos son reconocidos como colegas con menos voluntad de ayudar a sus compañeros. Simplemente quieren hacer su trabajo y llegar a la casa.

La investigación, publicada en la revista Human Relations, también da luces de lo que todos dentro de nuestros lugares de trabajo deberíamos tomar en cuenta:

"Finalmente la relación entre un director y sus subordinados tiene que ser como una relación padre-hijo en otra forma. Puedes entregar atención y apoyo al comienzo, pero el signo de una relación madura es que confían uno en el otro al punto donde los directores pueden confiar en sus subordinados para dejarlos ser autónomos, y los subordinados pueden actuar sin buscar permiso. En otras palabras, te gradúas y te vas de la casa".

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Psicólogos
Escrito por

Daniela Pérez Núñez

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