Reflexión sobre el Yo y la Sombra en la Psicología Junguiana

Jung refiere que el yo es un factor complejo al cual refieren todos los contenidos de la consciencia. Por ende, vendría a ser el centro del campo de la consciencia y el sujeto de todos los actos de consciencia personales. Cuenta con una base somática y otra psíquica. Su surgimiento ocurre a partir del choque de los factores somáticos con el entorno y, una vez puesto como sujeto, se desarrolla por medio de nuevos choques entre el entorno y el mundo interno. Por su parte, el yo no correspondería a la totalidad de la personalidad, sino que vendría a ser una parte de ella. El centro se encuentra en el sí mismo y el yo debiese subordinarse a dicho centro, sin embargo, el yo, dentro de los alcances de la consciencia, tiene libre albedrío. No obstante, el yo es el sujeto de todos los procesos de adaptación, en la medida en que son realizados por la voluntad.

He visto que algunos junguianos subestiman la importancia del yo argumentando que lo central yace en el Sí mismo. Sin duda, el arquetipo central organizador de nuestra psique tiene una relevancia fundamental, no obstante, el yo también la tiene. Dentro de los terrenos de la consciencia, el yo nos ayuda a decidir y tiene un rol ético importante frente al encuentro con el otro y ante el material proveniente de lo inconsciente. Su tarea no es fácil, sin embargo, su tarea muchas veces no es subvalorada. El yo es quien nos permite actuar conscientemente en el mundo y tiene un papel importante en el dialogo con el material proveniente del Self. Algunas corrientes psicológicas y filosóficas buscan anular al yo, pero ¿qué sería de nosotros sin él? probablemente no podríamos ser nosotros y cojearíamos al caminar por la vida sólo con una pierna, el Self.

Jung se refiere a la sombra como, por un lado, un cúmulo de aspectos oscuros que no queremos mostrar a los demás y, por otro lado, aquellas potencialidades que aún no logramos desarrollar. La sombra es de carácter inconsciente y nunca la logramos conocer en su totalidad. Gracias a su falta de consciencia, suele ser uno de los arquetipos que más influye sobre el yo y suele presentarse como un problema ético para éste. Sus rasgos tienen naturaleza emocional y cierta autonomía, por ello pueden tomar la personalidad. Como generalmente cuesta hacerla parcialmente consciente suele ser proyectada sobre los otros y generar aislamiento en el sujeto, ya que lo ayuda a mantener una relación ilusoria con el entorno.

Generalmente se sugiere comenzar el trabajo terapéutico con la sombra del paciente, sin embargo ¿qué pasa cuando la sombra de éste moviliza la sombra personal del terapeuta? Seguramente el terapeuta se deba enfrentar a la oscuridad de sí mismo, desmantelando las falsas ilusiones que había construido sobre sí. Cuando la sombra del terapeuta es movilizada, sobre todo en el trabajo con pacientes límites, el terapeuta se debe enfrentar a un problema ético: el encuentro con la propia sombra. Probablemente este encuentro sea un ejercicio constante por parte del terapeuta en la práctica de la psicoterapia, pero también es una invitación a profundizar en sí mismo, en aquello que muchas veces no queremos reconocer por status social o por omnipotencia terapéutica, pero lo cierto es que el terapeuta no está exento de su sombra y en el trabajo con el otro es necesaria la reflexión sobre la sombra personal, lo cual se presenta como un desafío imprescindible para la formación terapéutica seria.

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