En búsqueda de la completitud

“Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y persecución de esa integridad” Platón

17 ABR 2018 · Lectura: min.
En búsqueda de la completitud

De acuerdo a lo que escuchamos en el día a día, pareciera que existiera la creencia que existe otro que a través su encuentro y del amor nos completaría, con lo cual podríamos realizar todos nuestros planes y proyecto de vida, ya que sería el complemento perfecto; el cual cubriría nuestras faltas así como nosotros las de aquel amado, generándose de esta forma una estructura perfecta.

Aquí aparecen diferentes imaginarios como son el príncipe azul (planteado por Walt Disney) en el caso femenino, la media naranja o simplemente el concepto de alma gemela.

Sin embargo, ¿De dónde surge la idea de que nosotros, humanos, individuales, tenemos que compartir nuestra alma con otro ser? ¿Nuestra alma o nuestro ser no nos basta para ser felices? ¿Nuestra felicidad siempre debe estar referida a otro?

En el fondo, pareciera que todos nosotros quisiéramos creer que en algún lugar alguien está esperándonos, buscándonos y, sin saber que existimos, pensando en nosotros.

Esta concepción tan enraizada en nosotros tiene sus orígenes, los cuales nos refieren a la antigua época griega. Específicamente estoy reseñando el mito de las "almas gemelas".

Este mito fue creado por Platón en su libro "El Banquete", a través del cual el autor trataba de definir lo que es el amor. Uno de los asistentes a este banquete fue un escritor de comedias llamado Aristófanes.

Aristófanes planteaba que al principio, la raza de los hombres no era como hoy. No había dos sexos, sino tres: hombre, mujer y la unión de los dos. De esta manera, el ser que antes estaba completo hombre-hombre generó la pareja homosexual masculina, el ser mujer-mujer, la pareja homosexual femenina. Finalmente, el andrógino (parte hombre, parte mujer) generó la pareja heterosexual. Éramos seres completos; teníamos dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos, lo que les permitió un movimiento circular muy rápido para moverse, lo cual hacía que fuésemos criaturas bastante poderosas y una posible amenaza para los dioses del Olimpo.

Los "hombres" al darse cuenta de lo anterior, decidieron ir al cielo y luchar contra los dioses, sin embargo, no fueron capaces de ganarles a sus creadores y debieron sufrir su castigo. Zeus decidió castigar a los hombres por su rebelión. Por lo tanto, tomó una espada y decidió dividir a todos los hombres por la mitad. Zeus pidió al dios Apolo que cicatrizase la herida, generando lo que ahora conocemos como el ombligo.

En ese momento, los hombres cayeron a la tierra de nuevo, y desesperados, cada uno fue en busca de su otra mitad, sin la cual sentían que no podrían vivir. Habiendo asumido la forma que tenemos hoy, los hombres buscan su otra mitad, porque la nostalgia no es más que la sensación de que nos falta algo, algo que antes era parte de nosotros.

De acuerdo a lo planteado por este mito, existiría este otro que nos completaría, esta alma gemela, esta media naranja, este otro pedazo de mí. Ahora el dilema sería ¿Cómo encontramos a este otro que debería completarnos?, ¿Cómo sabremos que la persona de la cual nos enamoramos es nuestra media naranja? ¿Qué pasa si nos equivocamos en la elección?

¿Qué será lo que esperamos de este encuentro? A juzgar por lo que dicen los mitos, las leyendas, las canciones, los poemas…queremos todo. Nada menos que la plenitud, ni una migaja menos, para sentirnos completos, enteros…sin falta.

Al ir más allá de los mitos, de las canciones y de los poemas, el sentimiento de carencia en el ser humano es estructural y fundante de su psiquismo, sentirse carente de algo que se desconoce es normal y tiene varias maneras de ser resuelto. Por lo anterior, siempre sentiremos que algo nos falta, añorando regresar a esa sensación que completitud que existía con nuestra madre en su útero. Insistimos en esta necesidad que sea un "externo" el que nos provea de esta sensación de intimidad, cuidado y que complete nuestra falta.

Sin embargo, llega un momento en el cual nos debemos enfrentar a la realidad, nadie podrá colmar nuestra falta, siempre sentiremos que existe una carencia, y que lamentablemente el concepto de alma gemela no es más que un mito, bello, pero sólo un mito.

Cuando logramos darnos cuenta que el otro (pareja) es sólo una parte de nuestra vida, que no es el que nos estructurará, ni sanará, ni completará, seremos capaces de tomar acciones para hacernos cargo de nosotros mismos, tomar las riendas de nuestra propia vida, sin esperar que sea otro el que "venga a salvarnos". Esto nos da la posibilidad de pensar que no existe un único amor, sino que puede que a lo largo de nuestra vida, encontremos muchos amores que nos entreguen vivencias, emociones, herramientas que logren que nosotros al interiorizarlas nos sintamos más completos, pero siempre tomando en consideración que serían gajos, no nuestra media naranja.

El ser humano siempre estará movido por sus deseos; por este deseo insatisfecho que es el motor para continuar esta búsqueda infinita por colmarlo; deseo que en algún punto se desea mantener como insatisfecho, asumiendo que siempre estaremos carente de algo o de "alguien".

"El sujeto se establece entonces por esa carencia: el deseo vaga entre los objetos, sin alcanzar un objeto último que lo colme. Ser sujeto supone, por tanto, vivir en una falta constante, siempre hay algo en el otro, en el otro al que amamos, con el que compartimos nuestra intimidad, que nos excede. La alteridad pone en juego una relación desigual, otro que sobrepasa la comparación o el lenguaje de mi deseo. Esto es, en cierto modo, el goce: la experiencia que rebasa la capacidad del individuo de conectar con el otro, de establecer una simetría entre la otredad y mi construcción de identidad" (Yonadi, F. 2013).

Si continuamos pensando al ser humano desde esta línea, el amor es visto como "completarse en el otro", por lo tanto, yo amo por lo que me entrega ese otro, por sentir que me colma, satisface mis necesidades y carencias. Es cierto que cuando amamos, el mejor escenario es sentirnos complementados por ese otro, sin embargo, parece fantasioso pensar que es ese otro el que son completará, colmará nuestra falta, ya que como planteábamos anteriormente la sensación de falta es intrínseca al ser humano, de la cual cada uno debe ser consciente, asumirla y vivirla.

Me gustaría terminar planteando que más que buscar a nuestra media naranja, deberíamos buscar a otra naranja (entera) que nos acompañe en nuestro caminar.

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Escrito por

Loreto Bórquez Göpel

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